Amigos que son conducidos por la Dulce Virgen Maria a esta casa

viernes, 21 de mayo de 2010

Jesús Ballesteros, disminuido físico y enfermo mental


- Sufre parálisis cerebral desde niño y hace pocos años le diagnosticaron un trastorno de control de impulsos. Pero no consiente que sus patologías le impidan llevar una vida digna ni que la dificultad con que habla le reste un tanto así de claridad a sus ideas. Su testimonio es contundente. Cuando le han tenido que ingresar en una unidad de salud mental dice que nunca se ha sentido sólo: " ahí la única presencia física y real que sientes es la de Cristo Jesús. Y ésa nada ni nadie te la puede quitar." Asegura que "con su muerte en la cruz, Cristo nos dio la vida eterna. Nosotros, a través del dolor, podemos predicar el Evangelio y dar testimonio". Está convencido que es "un renglón derecho de Dios". Publicamos la entrevista que le hace el Semanario Alba en la que queda claro que su leitmotiv es aquella frase de santa Teresa: “Sólo Dios basta”.
(Gonzalo Altozano / Alba)

-¿Se considera un juguete roto de Dios?
-No. Y tampoco un renglón torcido, en todo caso derecho, muy derecho. Es más, aunque esté feo decirlo, soy una obra maestra del Señor, un instrumento a través del cual se hace notar en el mundo.

-Eso son palabras mayores.
-Otra cosa es que no siempre responda como Dios espera de mí, que no esté a la altura de las circunstancias.


-¿Lo dice por su condición de enfermo?
-Lo digo por mi condición de hombre y, por lo tanto, de pecador.

-Hábleme de la enfermedad.
-Al igual que hizo con su Hijo, Dios nos prueba. Nos pone piedras en el camino para ver si nuestra fe es sincera. En mi caso, los obstáculos son mis patologías. Además…

-Diga.
-No hay que olvidar que, con su muerte en la cruz, Cristo nos dio la vida eterna. Nosotros, a través del dolor, podemos predicar el Evangelio y dar testimonio.

-Si le ofrecieran salud a cambio de fe…
-Prefiero pasar el resto de mi vida atado a la cama de un hospital antes que apartarme de Él. Vamos, que no lo dudo.

-¿De verdad?
-Mire, en lo que muchos pueden ver una desgracia (la enfermedad), yo veo una dicha: me hace sentir escogido por Dios para ser miembro activo de su predicación.

-¿A quién habla usted de Dios?
-A todos. Incluso a los testigos de Jehová y a los evangélicos que llaman a mi puerta.

-¿En serio?
-Sí. Les invito a pasar y hablamos. Es curioso, al rato todos dicen lo mismo: que les ha surgido una cosa, que se tienen que ir a toda prisa. ¡Y ya no vuelven a aparecer! No sé por qué será.

-A lo mejor porque les anima a rezar el rosario. Por cierto, ¿no le aburre?
-¿El rosario?

-Sí. Un avemaría, y otro, y otro, y otro…
-¿Aburrirme? ¡Pero si es una meditación profundísima! Mientras lo rezas, va pasando por tu mente la vida de Nuestro Señor Jesucristo y la de la Virgen, incluso algo de la de san José.


-¿Qué papel juega María en su vida?
-Es mi madre, mi compañera, mi protectora… ¡La siento tan cerca…! Es que soy muy mariano, ¿sabe?

-Supongo que por eso disfruta tanto el rosario. ¿Alguna otra oración?
-La Liturgia de las Horas, que rezo cuando mi salud me lo permite. Y el Padrenuestro, la oración que nos enseñó Cristo, que es hermosísima y lo dice todo.
-¿Reza para un milagro?
-No.


-¿No cree en ellos?
-¡Claro que sí! De milagros están llenos los Evangelios y la vida. Pero también creo en la voluntad de Dios.
-¿Qué quiere decir?
-Que sus planes -que no son los nuestros- son los que más nos convienen. Por eso no hay que rezar para un milagro. Pero ¿quiénes somos para pedirle algo así? Nadie. No somos nadie.

-¿Sabe qué planes tiene Dios para usted?
-Evangelizar, a pesar de mis limitaciones; querer mucho a mi familia, en especial a mi mujer, a mis hijas, a mis padres…; y -repito- no permitir nunca que le abandone.

-¿Alguna vez se ha sentido usted el abandonado?
-Nunca.

-¿Ni siquiera cuando le han tenido que ingresar?
-Ni siquiera. Ahí la única presencia física y real que sientes es la de Cristo Jesús. Y ésa nada ni nadie te la puede quitar. ¿Sabe una cosa?

-¿Qué?
-A las unidades de salud mental uno entra llorando y sale riendo.
-Usted, que es muy valiente.
-No le puedo decir que sí ni que no; que sean los otros los que lo hagan.

-Pero es verdad: no teme a la muerte.
-Todo lo contrario; le tengo ilusión.


-¿Ilusión?
-A ver, no es que quiera que mis hijas queden huérfanas; me encantará educarlas, verlas crecer…


-¿Entonces?
-Tengo curiosidad por saber cómo es de verdad la vida.

-¿Acaso no lo sabe?
-Ni yo ni nadie. Porque esto no es la vida, sino su antesala, la copa de espera de un gran banquete. Estoy dispuesto a partir.


-¿Cómo imagina el momento?
-Como la llamada de Jesús a Santiago y Juan, que dejaron sus redes, sus faenas, y marcharon tras Él.

-¿Y qué espera encontrar allí?
-La vida para siempre, la ausencia de limitaciones, la glorificación de mi cuerpo. En dos palabras: a Dios.


1 de agosto de 2009.

Nuevo estudio revela estrecha relación entre aborto y depresión en mujeres

n reciente estudio realizado en Noruega reveló que las mujeres jóvenes que se han sometido a un aborto están más propensas a sufrir de depresión a raíz de esta práctica anti-vida.

Así lo dieron a conocer los líderes de Silent No More Awareness Campaign (Campaña de Concientización No Más Silencio - SNMAC), quienes explicaron que esta información debe ser considerada por la American Psychological Association (APA) cuando se refiera, la próxima semana, a la relación entre el aborto y los problemas de salud mental que se generan a partir de esta práctica.

"La próxima semana la APA podría adoptar un nuevo informe sobre la relación entre el aborto y los problemas de salud como la depresión. El nuevo estudio de Noruega reconfirma lo que las mujeres en Estados Unidos ya saben bastante bien: el aborto no termina con los problemas, genera otros nuevos. La APA necesita ignorar la presión política y debe informar sobre el resultado final y doloroso del aborto", indicó Janet Morana, co-fundadora de SNMAC.

Según el estudio publicado en el Diario de Salud Pública Escandinavo, en el qu se entrevistó a 5 768 mujeres entre los 15 y 27 años, precisa que las mujeres que se someten a un aborto tienen mayor riesgo de sufrir de depresión.

"El aborto no solo termina la vida del bebé, sino que altera la de la madre. La APA no puede seguir ignorando estudio tras estudio y pretender que la eliminación de un niño de tu vida está libre de consecuencias. Sería interesante ver si es que los abortistas siguen rechazando estas realidades cuando los psicólogos se reúnan la próxima semana", añadió Georgette Forney, otra co-fundadora de SNMAC.

SNMAC es un proyecto conjunto de Anglicanos por la Vida y Sacerdotes por la Vida

Cómo defender la vida ante los argumentos a favor de la eutanasia y el suicidio asistido

Por Adolfo J. Castañeda
Coordinador Auxiliar para Hispanoamérica
Vida Humana Internacional.

Cuando arrecia en todos los medios del Sistema la campaña del Discurso Cultural Dominante a favor del asesinato de los débiles, camuflándolo como misericordia o derecho, este artículo complementa el magnífico estudio "La eutanasia: un estudio general" editado en el nº 30 de esta publicación. También se recomienda visitar la visitar la completísima página de Vida Humana referente a este asunto

Presentamos a continuación algunas ideas que nos podrán ayudar a refutar los principales argumentos a favor de los crímenes de la eutanasia y del suicidio asistido

Nuestro objetivo es proporcionarle al lector una visión sintética de la mentalidad anti vida de la eutanasia y el suicidio asistido, sus principales argumentos, la refutación de los mismos y la visión pro vida que debe sustituir a dicha mentalidad anti vida.

1. Un planteamiento equivocado

Los argumentos en pro de la eutanasia y el suicidio asistido explotan el miedo normal que todos le tenemos, no tanto a la muerte en sí, sino al sufrimiento y a la soledad ante ella. Este sufrimiento es causado muchas veces por el uso exagerado de "medios desproporcionados" de la medicina, es decir, medios que infligen cargas graves (dolores agudos, etc.) al enfermo y que son mayores que los beneficios que se suponían debían de ofrecerle. Como nadie quiere estar en esa situación, ni debe estarlo, los promotores de la eutanasia y del suicidio asistido se aprovechan de ese temor normal planteando una disyuntiva equivocada.

¿En qué consiste ese planteamiento equivocado de los promotores de la eutanasia y el suicidio asistido? Consiste en plantear dos alternativas extremas:

1) o le aplicamos la eutanasia al enfermo

2) o morirá irremediablemente lleno de dolor y sufrimiento.

Lógicamente, este argumento suscitará la aceptación de muchos que creen equivocadamente que esas son las dos únicas opciones. La razón de ello es que mucha gente cree, equivocadamente también, que lo que enseña la religión o la medicina es que debemos mantener con vida al enfermo no importa los medios que se utilicen y que el no hacerlo constituye un acto de eutanasia. Entonces concluyen que ellos están también a favor de la eutanasia.

Esto es un lamentable error. En primer lugar no es un acto de eutanasia el retirar o el negarse a proporcionar "medios desproporcionados", siempre y cuando se respeten los legítimos deseos del enfermo. Por consiguiente no tenemos que mantener a un enfermo sufriendo grave e indefinidamente por causa del uso de unos "medios desproporcionados". Esto implica que el planteamiento de los promotores de la eutanasia y el suicidio asistido está equivocado. Existe una tercera vía: que no es ni la de matar al enfermo por medio de la eutanasia y el suicidio asistido, ni tampoco la de dejarlo sufrir indefinidamente por causa de unos "medios desproporcionados".

Pero, ¿qué pasa cuando el enfermo sufre dolores intensos que no son el producto de unos "medios desproporcionados"? En esos casos podemos utilizar, de forma adecuada, los analgésicos o calmantes que la auténtica medicina proporcione. Puede ser que esos analgésicos tengan como efecto colateral la aproximación de la muerte o la pérdida de la consciencia, parcial o completa. Sin embargo, aún el uso de tales calmantes puede ser lícito si se cumplen las siguientes condiciones, las cuales son muy razonables y de sentido común:

1) no hay otra alternativa mejor (no hay disponibles otros analgésicos que no tengan estos efectos)

2) no hay más nada que se pueda hacer

3) se trata de un dolor grave que experimenta un paciente terminal, y

4) el enfermo ya cumplió o puede razonablemente cumplir con sus deberes graves: arreglar sus asuntos familiares, recibir los sacramentos, etc.

La intención aquí no es matar al enfermo por medio de fármacos para entonces aliviarle sus sufrimientos, sino la de aliviarle sus sufrimientos por medio de medicinas adecuadas, aún corriendo el riesgo de que la muerte se aproxime más rápidamente por ello o que pierda la consciencia, parcial o completamente, siempre y cuando haya graves motivos.

Muchos de los que están a favor de la eutanasia y del suicidio asistido, alegan falsamente de que este argumento sobre los analgésicos es hipócrita porque, dicen ellos, es el mismo acto de dar una medicina que en definitiva puede matar al enfermo y que lo único que cambia es la intención nuestra. A esos tales respondemos que no se trata sólo de la buena intención, sino de proporcionar al enfermo una dosis adecuada a su dolor. Muchas veces la eutanasia ocurre cuando los médicos partidarios de ella proporcionan dosis que ellos saben matarán de seguro al enfermo. Pero cuando un médico que respeta la vida proporciona un analgésico cuya dosis está encaminada a aliviar el dolor, pero que al mismo tiempo y lamentablemente puede tener un efecto ulterior no deseado de acelerar el proceso de la muerte y hay motivos serios de por medio para proporcionar dicha medicina (los que mencionamos antes), entonces no hay ninguna razón para llamarle a ese acto "eutanasia" ni "suicidio asistido". Está claro que no es un acto de hipocresía, sino que se hizo lo mejor que se pudo en una situación difícil. Está claro también que si el médico pro vida tuviera a su disposición un analgésico mejor, uno que no tuviera los efectos mencionados, utilizara ése y no otro. El problema muchas veces es que muchos médicos no han sido entrenados adecuadamente en el tratamiento paliativo y por eso es que se cree que no hay alternativas.

Aquí amerita aclarar un punto muy importante: si bien estamos obligados moralmente a nunca matar directamente a un inocente, sino a respetar su vida siempre; esto no implica que debamos mantener su vida a toda costa y con cualquier medio. Recordemos que la vida corporal es un bien muy elevado, incluso es el más fundamental, la base y condición de todos los demás, pero no es el bien más grande que existe, la vida espiritual es más importante. Puede ser que la serenidad espiritual de un enfermo terminal peligre ante la experiencia de un dolor muy intenso, entonces, con el uso adecuado de analgésicos para calmar el dolor, y no para matar, tratamos de mitigárselo, aunque se corra el riesgo (de nuevo, por graves motivos), de que se aproxime la muerte o la pérdida de la consciencia.

Resumiendo, ante el dolor de un enfermo terminal, no estamos obligados a utilizar o a mantener el uso de "medios desproporcionados". Sí estamos obligados a proporcionarle las curas necesarias al enfermo, como el agua, la alimentación (oral o médica), las medicinas, los calmantes, la ventilación adecuada, la atención higiénica y del confort y, por encima de todo, el amor y la solidaridad. No tenemos por qué ni debemos matar al enfermo ni dejarlo sufrir indefinidamente. La eutanasia y el suicidio asistido constituyen una hipocresía y una falsa "compasión" que buscan la vía fácil, egoísta y cómoda para resolver los problemas, en vez de sacrificarse por el enfermo y darle nuestro amor y compasión.

2. El falso "derecho" a morir y el derecho a vivir

Los que promueven la eutanasia y el suicidio asistido hablan del "derecho a morir". En realidad todos nos vamos a morir, de manera que no hace falta inventar un "derecho" para ello, la naturaleza, queramos o no, se encargará de que nos muramos. No tenemos por qué, ni debemos apurarnos en este asunto.

Si lo que se quiere decir con "derecho a morir" es que todo ser humano tiene el derecho a morir en paz y dignidad, cuando la muerte natural le llegue, entonces no hay nada que objetar. Pero lamentablemente eso no es lo que los partidarios de estos crímenes quieren decir con el falso "derecho" a morir. Lo que ellos quieren decir es que la persona tiene el "derecho" a que le apliquen la eutanasia, el suicidio asistido o a suicidarse, incluso cuando ella lo estime conveniente. Estos activistas llegan también a decir la barbaridad de que el acto de matarse a uno mismo o de procurar la ayuda de otros para lograrlo es un "acto final de autodeterminación", "liberación" o "muerte misericordiosa" ("mercy killing"). Todos estos términos son eufemismos, es decir, frases bonitas pero engañosas, que intentan esconder la terrible realidad que se pretende promover: la eutanasia, el suicidio asistido y el suicidio.

Pero quizás lo que más quieren ocultar los partidarios de estos crímenes es el egoísmo de los saludables para con los enfermos. Cuando una sociedad crea una mentalidad propicia a la eutanasia y al suicidio asistido, en realidad le está diciendo a los ancianos, a los enfermos terminales y a los familiares de los pacientes comatosos: "Miren, no le vamos a ayudar, no vamos a estar con ustedes para aliviarles el dolor o para ayudarles a cargar sus cargas, sino que vamos a 'ayudarles' a que se quiten del medio o vamos a hacerlo con su consentimiento o incluso sin él."

No existe el "derecho" a quitarse la vida ni a pedir que otros nos la quiten, ni tampoco, por supuesto a quitársela a otro, aunque nos lo pida. Las súplicas de un enfermo o anciano de que lo matemos no son tanto una petición de muerte, sino un grito de desesperación de una persona en una situación vulnerable ante el dolor. ¿Vamos a abandonar a esa persona en esa situación o vamos a ayudarla a salir de ella para que recupere sus cabales y reciba el amor, la solidaridad y la paz que necesita antes de morir de forma natural? Es una hipocresía inconcebible decir que el enfermo terminal tiene el "derecho" a decidir su destino (la muerte), cuando en realidad su situación mental (a veces causada por los que lo rodean con una mentalidad en pro de la eutanasia) es lo que lo ha llevado a ese momento de desesperación y cuando es él y no nosotros el que está pidiendo eso.

Sin embargo, independientemente de una condición de intensa vulnerabilidad psicológica, el suicido (asistido o no) y, por supuesto, la eutanasia siempre son actos graves y nunca lícitos. Algunos objetan que por qué el "derecho" a morir por la propia mano no existe, si es la propia persona la que lo decide. Respondamos a este argumento parte por parte.

En primer lugar se trata de un argumento circular y por tanto falaz. Decir: "yo tengo el derecho a suicidarme porque yo lo decido" no prueba absolutamente nada. En el fondo implica que la decisión propia lo justifica todo, lo cual es una aberración y la destrucción, a nivel de principio, no sólo de la vida misma, sino de la convivencia social.

Pero lo peor de esta mentalidad es la concepción errada de la persona humana que está a la base de la misma. En efecto, si yo digo que es lícito matar a alguien, ayudarlo a que se mate o matarme a mí mismo porque está (o estoy) sufriendo o porque su (o mi) vida "carece de la calidad o sentido suficiente", entonces yo estoy diciendo que la vida humana y en último caso la persona humana tiene un valor extrínseco y relativo, es decir, condicionado a la posesión de ciertas cualidades o ventajas. Estoy diciendo que la persona humana carece de una dignidad o valor intrínseco y absoluto, es decir, que no vale por el mero hecho de ser persona, sino a condición de que posea ciertas cualidades (de salud, etc.) que la sociedad considera necesarias para que merezca seguir viviendo.

Esa forma de pensar, ademas de inhumana y equivocada, es extremadamente peligrosa, ya que conlleva a un declive resbaloso e interminable de muerte. En efecto, los promotores de la eutanasia y del suicidio asistido comenzaron con retirarle el agua y los alimentos a los pacientes comatosos, luego promovieron la falsa "solución" de darle una inyección letal con el consentimiento de sus familiares, ahora en Holanda están matando a los pacientes terminales y a los ancianitos aún sin su consentimiento, luego continuarán eliminando aún a aquellos que no son pacientes terminales ni pacientes graves ni ancianos. El "control de calidad" no tendrá fin.

La razón fundamental de que nadie tenga el "derecho" a matarse o ayudar a otros a hacerlo es porque todos tenemos una dignidad, es decir, un valor intrínseco y absoluto, y los valores así no se destruyen, se protegen y se aman. En realidad la base de la salud mental y del mismo amor es el valor de la persona. Si yo pierdo el sentido de mi propio valor o dignidad (la dignidad nunca se pierde, no importa en qué condición me encuentre, pero el sentido si puede perderse, aunque no debería perderse), si yo pierdo, repito, el sentido de mi propia dignidad, eso equivale a perder mi auto-estima y mi salud mental. Lo que yo necesito en ese caso es que me ayuden a recuperar ese sentido, esa autoconsciencia de mi propio valor como persona, no que me "ayuden" a liquidarme.

Si la sociedad pierde el sentido o la conciencia del valor incondicional de la persona humana, perderá también la capacidad de amar incondicionalmente, ya que el amor y el valor son realidades correlativas, no se ama lo que no se percibe como un valor. ¿Qué será entonces de nuestra sociedad, de nuestras familias, de nuestros matrimonios? Si los esposos no se aman de esa manera, si los padres no aman a sus hijos de esa manera y viceversa, si los ciudadanos no se aman o al menos no se respetan de esa manera, ¿qué pasará con las generaciones posteriores, cómo crecerán nuestros hijos, qué clase de ser humano tendremos en el futuro? Una sociedad que no es capaz de servir auténticamente (eso es amar) a sus miembros más débiles ha perdido el sentido de su propia humanidad y de lo que significa ser civilizado y se ha convertido en una sociedad caracterizada por la barbarie, una sociedad donde el hombre es el lobo del hombre, donde se pisotea ese derecho y ese deseo que está sembrado en lo más profundo del corazón de toda persona, lo admita explícitamente o no, de que lo traten como persona y no como una cosa, que lo traten como un fin en sí misma y no como un medio para otro fin.

La mentalidad en pro de la eutanasia y del suicidio asistido lleva en sí misma el germen de la destrucción social y de lo que significa ser persona, por ello debe ser denunciada y refutada por todos los medios legítimos a nuestro alcance. Pero no sólo eso, debe ser también sustituida por una mentalidad a favor de la vida y del amor, por una mentalidad a favor de la protección de los más débiles y enfermos, por un progreso adecuado en el campo de la salud, por una mentalidad creadora de formas cada vez mejores de compasión y ternura y por un correspondiente léxico pro vida: "persona" no "vegetal", "vida humana" no "vida sin sentido", etc. En definitiva se trata de construir una civilización en pro de la persona y no en contra de ella.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Derechos de la Persona con Enfermedad Terminal

1. Tengo derecho a ser tratado como un ser humano hasta el último momento de mi vida.

2. Tengo derecho a mantener la esperanza, sin engaños.

3. Tengo derecho a ser cuidado por personas que me ayuden a mantener la esperanza

4. Tengo derecho a expresar mis sentimientos y emociones ante la cercanía de mi muerte.

5. Tengo derecho a participar de las decisiones sobre los cuidados que recibiré.

6. Tengo derecho a ser atendido por los equipos de salud aunque sepa que no voy a curarme.

7. Tengo derecho a recibir una respuesta honesta a mis preguntas

8. Tengo derecho a conocer la verdad.

9. Tengo derecho a permanecer en mi hogar.

10. Tengo derecho a vivir mis experiencias religiosas y espirituales aunque sean diferentes de las de otros.

11. Tengo derecho a que me alivien el dolor.

12. Tengo derecho a vivir mi vida tan activamente como sea posible

13. Tengo derecho a que mi familia y yo seamos ayudados para aceptar mi muerte.

14. Tengo derecho a morir en paz.

15. Tengo derecho a que se respete mi cuerpo después de la muerte.

16. Tengo derecho a ser cuidado por personas que comprendan mis necesidades.

17. Tengo el derecho de morir acompañado.

18. Tengo el derecho de conservar mi individualidad y de no ser juzgado por mis decisiones, aunque puedan ser contrarias a las creencias de otros.

19. Tengo derecho a que se alivie mi sufrimiento físico, emocional, espiritual y social.

20. Tengo derecho a que las necesidades y temores de mis seres queridos sean atendidos antes y después de mi muerte.

21. Tengo derecho a que no se prolongue mi sufrimiento indefinidamente, ni se apliquen medidas extremas y heroicas sólo para sostener mis funciones vitales.

De Pallium.

Cuidados paliativos

Emprendimiento de la Asociación de Caballeros Argentinos de la S. y M. Orden de Malta con el Equipo Interdisciplinario PALLIUM

El sufrimiento en el final de la vida: Los Cuidados Paliativos, una respuesta apropiada

La Organización Mundial de la Salud define a los Cuidados Paliativos como la asistencia integral, individualizada y continua de las personas enfermas en situación avanzada y terminal, teniendo en el enfermo y su familia la unidad a tratar, desde un punto de vista activo, vivo y rehabilitador, con objetivos de confort

Los principios fundamentales son:

Reafirmar la importancia de la vida, considerando a la muerte como un proceso natural

Establecer una estrategia de asistencia que no acelere la llegada de la muerte, ni tampoco la posponga artificialmente

Proporcionar alivio del dolor y de otros síntomas angustiantes

Integrar los aspectos psicológicos y espirituales del tratamiento del paciente y su familia

Ofrecer un sistema de apoyo para ayudar a las personas enfermas a llevar una vida lo más activa posible hasta que sobrevenga la muerte

Extender este apoyo a los familiares, facilitando que puedan afrontar la enfermedad del ser querido y sobrellevar el período de duelo.

La píldora del día siguiente

Enfrenta la Depresión (Audio) 1/5

Principios de la ética católica,Ante los problemas morales, conforme a la recta razón y a la revelación divina.

Es claro que no hay quien hable en serio de «ética» sin que reconozca, como principio más primario de la ley moral, la necesidad de hacer siempre el bien y evitar el mal en toda su amplitud.

Sin embargo, debido a la limitación humana no sólo es preciso a veces renunciar a ciertos valores deseables para realizar otros más altos, sino también arriesgarse a poner una buena acción de la que seguramente se seguirán efectos malos. No pocas veces se plantean problemas morales como los siguientes: ¿es bueno vender una escopeta de caza que acaso se use para matar personas? ¿o fármacos que pueden curar, pero también dañar? ¿se puede arriesgar la propia vida o la ajena para realizar un bien muy importante? ¿es moralmente licito el aborto en caso de que sea inevitable al curar una enfermedad grave de la madre?

Se trata de preguntas que plantean ciertos casos que son límite, extremos, anómalos, pero no infrecuentes. En la práctica, hay quienes aprovechan para fines injustos el bien que otros hacen. De otra parte hay acciones de doble o múltiple efecto: de ellas se derivan bienes, pero también males. La persona con sentido ético se pregunta entonces si es lícito hacer ese bien importante del que pueden seguirse males, incluso en el sentido más estricto del término, es decir, pecados.

Estos, son casos que han de iluminarse con los principios que ha sostenido siempre la ética católica, conforme a la recta razón y a la revelación divina. Son los siguientes:


I. SIEMPRE DEBE QUERERSE EL BIEN, NUNCA EL MAL

El mal es siempre una inadmisible ofensa a Dios y, al mismo tiempo, un daño para la persona que lo realiza. Por tanto, en modo alguno debe estar el mal en nuestra intención. Si en algunos casos debemos tolerar algún efecto malo de nuestras acciones buenas, habrá de ser con la condición de que el efecto malo no sea intentado, sino sólo permitido, después de agotar todos los recursos, si los hay, para evitar la acción de doble efecto. El efecto malo habrá de lamentarse de veras, sin hipocresías, como tributo que se padece y sufre al hacer el bien necesario.

II. JAMAS SE PUEDE HACER UN MAL PARA CONSEGUIR UN BIEN

El fin bueno no justifica medios malos. Si se negara este principio universalmente reconocido, podrían justificarse en la práctica todas las aberraciones morales, todas las injusticias todos los crímenes. Hasta Hitler y Stalin quizá invocarían nobles ideales, fines magníficos que justificarían sus genocidios .

Aristóteles decía que el bien nace de causas enteramente buenas; en cambio, para que proceda el mal basta que una sola causa sea mala (Bonum consurgit ex integra causa, malum autem ex quoqumque). Para que un guiso sea bueno, digestivo, es menester que sean buenos todos sus ingredientes. Y es claro que los medios se suman como ingredientes o causas a la unidad que constituye el acto humano.

El fin no sólo no justifica los medios injustos, sino que él mismo se adultera al derivarse de ellos.

Así, por ejemplo, si se pretendiera defender el bien de «la humanidad» eliminando vidas humanas inocentes, se estaría revelando que lo pretendido no era realmente el bien de «la humanidad», sino de un sector de ella, privilegiado y discriminante por injustas razones. Evidentemente, hacer el mal «para conseguir el bien» encierra una absurda contradicción ética en el seno del mismo acto humano.

No hace mucho tiempo que un considerable número de personas murieron en nuestro país a causa de un mal ingrediente de buenos alimentos: el aceite de colza adulterado. Si después de esa experiencia, alguien afirmase: «a mí lo que me importa es el huevo frito; ¡qué más da si el aceite contiene tóxico o no!», con razón lo tendríamos por loco o necio.

Si otro dijese: «lo que ahora me interesa a mi es gozar, no me importa cómo; veré ese programa de televisión: no me importa que esté intoxicado o no, manipulado, orientado a socavar el orden moral objetivo; no me interesa considerar si ofendo a Dios o al diablo»; no habríamos de tenerlo por menos loco que el anterior, por diferentes que fueran las especies de locura.

No debemos hacer el mal para que venga el bien, decía precisamente San Pablo (1). Sería como poner una enorme bomba en los cimientos del orden moral. Podríamos llegar con coherencia a lo que humorísticamente sugería Chesterton: como las cabezas no se adaptan a la clase de sombreros de moda, deben cortarse las cabezas de la gente, como medio indispensable para hacer frente al déficit o pérdidas causadas por el llamado Problema del Sombrero.

III. SE DEBE VALORAR CADA ACTO EN SU SINGULARIDAD

El hombre es responsable de cada uno de los actos que realiza libremente. Cada uno tiene su valor moral propio, aunque se halle en conexión con un conjunto de actos de diverso valor. Por tanto, no se puede apelar al llamado «principio de totalidad» para justificar actos sustancialmente malos.

Pablo Vl, fundándose--como él mismo hace notar--«en la doctrina de la Iglesia, de la cual es el Sucesor de Pedro, con sus Hermanos en el Episcopado, depositario e intérprete» (2), salía al paso de este error, aplicado a la vida conyugal, en su Encíclica Humanae vitae, tantas veces remachada por Juan Pablo II: «Tampoco se pueden invocar como razones válidas, para justificar los actos conyugales intencionalmente infecundos, el mal menor o el hecho de que tales actos constituirían un todo con los actos fecundos anteriores o que seguirían después, y que, por tanto, compartirían la única e idéntica bondad moral. En verdad, si es lícito alguna vez tolerar un mal moral menor a fin de evitar un mal mayor o de promover un bien más grande, no es lícito, ni aun por razones gravísimas, hacer el mal para conseguir el bien, es decir, hacer objeto de un acto positivo de voluntad lo que es intrínsecamente desordenado y por lo mismo indigno de la persona humana, aunque con ello se quisiese salvaguardar o promover el bien individual, familiar o social. Es por tanto un error pensar que un acto conyugal, hecho voluntariamente deshonesto, pueda ser cohonestado por el conjunto de la vida conyugal fecunda» (3).

Los términos son inequívocos: aunque pueda haber dificultades superlativas, nunca hay razones suficientes para hacer, con un acto positivo de voluntad, lo que es sustancialmente malo. Se puede a veces tolerar el mal que sucede sin querer, pero nunca hacer voluntariamente el mal, ni siquiera para que se siguiera un bien colosal, ni para evitar una catástrofe cósmica.

IV. A VECES PUEDE TOLERARSE EL EFECTO MALO QUE ACASO SE SIGA DE UNA ACCION BUENA

Siguiendo, como ejemplo, el caso contemplado en el apartado anterior: «La Iglesia, en cambio, no considera de ningún modo ilícito el uso de medios terapéuticos verdaderamente necesarios para curar enfermedades del organismo, a pesar de que se siguiese un impedimento, aun previsto, para la procreación, con tal de que ese impedimento no sea, por cualquier motivo, directamente querido» (4). Las palabras están muy medidas y no debe perderse ninguna. Se trata de una acción que tiene:

--un fin bueno: la salud del organismo;

--la intención buena: curar, no impedir la concepción;

--el medio empleado, bueno: su efecto inmediato es curativo, aunque tiene un efecto secundario--que sucede a modo de accidente--malo y no deseado: impedir la procreación.

Con estas condiciones y razones proporcionalmente graves, es lícito permitir o tolerar la esterilización.

Caso sustancialmente diverso es el de los anticonceptivos--de cualquier especie que sean--que no tienen efectos curativos de enfermedad alguna, sino el mero impedimento de la fecundidad de un acto intrínsecamente ordenado a ella. Aquí tenemos:

--el fin malo: la alteración voluntaria del orden natural, creado por Dios para el bien integral de la persona humana.

--la intención, mala (aunque pueda coexistir con otras intenciones buenas): la consecución del mal fin, cegar artificiosamente las fuentes de la vida.

--el efecto inmediato es malo: no cura enfermedad alguna el organismo, sólo impide la consecuencia natural del uso del matrimonio.

Por eso, insiste Juan Pablo II, «la contracepción debe juzgarse, objetivamente, tan profundamente ilícita que jamás puede, por razón alguna, ser justificada. Pensar o decir lo contrario equivale a defender que en la vida humana se pueden producir situaciones en las cuales es lícito no reconocer a Dios como Dios» (5). Seria absurdo decir a estas alturas que la doctrina de la Iglesia sobre el tema aún no está definida. Las dificultades que plantea una obligada continencia no deben temerse: «¡Todo es posible para el que cree!» (6). Dios no deja de prestar su omnipotencia a quien la necesita y la solicita con humildad.

En resumen: sólo pueden tolerarse las malas consecuencias que se derivan de un acto cuando éste produce de por sí, de modo necesario e inmediato, un efecto bueno; y en virtud de particulares circunstancias que se dan contra la voluntad del que obra.

Otro ejemplo: el tabernero puede vender vino a una persona que suele emborracharse, porque el efecto que se sigue de tal acto es lícito y honesto. Que el cliente se emborrache no depende del tabernero, ni va unido necesariamente a la venta del vino. No obstante, si el tabernero, sin grave incómodo, puede negarse a vender en ese caso concreto, debe hacerlo. Porque es preciso tener en cuenta otro principio a la hora de resolver el problema de la licitud en la tolerancia de accidentales pero previsibles efectos malos:

V. HA DE HABER CAUSA PROPORCIONALMENTE GRAVE

Ha de haber, como es lógico, una causa proporcionalmente grave a la entidad del daño y a la probabilidad con que puede seguirse de la acción buena. Hace falta una razón positiva que compense con el bien que se pretende realizar, la gravedad de los males que le puedan suceder. Esta razón positiva y compensadora del efecto malo, deberá juzgarla en cada caso --después de solicitar consejo oportuno, si es menester-- la persona agente, teniendo siempre en cuenta que tal razón «debe ser tanto más importante cuanto más graves sean las consecuencias previstas, cuanto más próxima y estrecha es la conexión causal entre el acto y las malas consecuencias» (7).

Vl. AGOTAR LOS MEDIOS PARA EVITAR EL MAL

No debe olvidarse que el mal, aunque esté fuera de la intención del que realiza esas acciones de doble efecto (sólo es voluntario indirecto), siempre es «malo», y aunque se produzca sin culpa del agente, es materia de pecado, como en el caso del tabernero; y cabe el riesgo de que éste se insensibilice ante el pecado del que se emborracha con sus vinos, y llegue a convertirse en cómplice culpable.

EN RESUMEN:

Un acto que produce indirectamente efectos malos, sólo puede ser lícito cuando reúne los siguientes requisitos:

1) Que el acto en sí sea bueno o al menos indiferente.

2) Que el efecto inmediato, directo, de la acción sea el bueno. Nunca el efecto bueno puede ser causado por el malo.

3) Que el fin de quien obra sea honesto.

4) Que las circunstancias sean proporcionalmente graves.

UN CASO PARTICULAR: EL ABORTO INDIRECTO

Evidentemente, la provocación voluntaria y directa del aborto es siempre un asesinato, un pecado gravísimo. Jamás se podrá justificar moralmente, por bueno que fuese el fin: sería justificar por el fin un medio intrínsecamente malo.

El llamado «aborto terapéutico», perpetrado con el fin de interrumpir un embarazo que se considera peligroso para la vida de la madre, es siempre un homicidio directo: la intervención médica tiene un efecto único inmediato (y hay una finalidad única directa de la voluntad eficaz de ese acto), que es eliminar una vida inocente y con pleno derecho a vivir. Cierto que se considera lamentable tal homicidio, porque sobre todo se intenta salvar a la madre. Pero la acción primera no hace más que matar directamente a un inocente, y tal cosa es absolutamente mala. No sería lícito ni para salvar a la entera humanidad. Muchas manzanas valen más que una sola manzana. Pero la persona no es una cosa; y si se comprende lo que es una persona y su dignidad--creada a imagen y semejanza de Dios--se comprenderá que muchas personas no valen más que una sola. La vida humana sólo es de Dios, y sólo Dios es Señor de la vida y de la muerte.

Caso totalmente distinto es el del tratamiento médico o intervención quirúrgica para remediar un mal cierto y grave de una mujer embarazada, previendo que con tal intervención se provocaría ocasionalmente un aborto. No se trata de curar a la madre por medio de la muerte del niño, sino de realizar una acción en sí misma buena, por ejemplo, extirpar un tumor maligno, que accidentalmente puede causar la muerte del niño. Es lo que se llama «aborto indirecto», que es lícito (8):

--si la vida de la madre urge a la intervención;

--si no existe otro procedimiento eficaz que no arriesgue la vida del feto;

--si no se puede esperar a que el feto sea viable .

Veamos que los casos de aborto indirecto y aborto directo son radicalmente distintos en el orden moral:

En el 1°: el efecto inmediato es la vida (de la madre).

En el 2°: el efecto inmediato es la muerte (del niño).

En el 1°: la intervención excluye la muerte del niño.

En el 2°: la intención incluye (como medio) la muerte del niño.

En el 1°: el medio es bueno: el fármaco o intervención quirúrgica que son curativos.

En el 2°: el medio es malo: eliminar al niño, matar.

En el 1.°: el efecto bueno no es consecuencia del malo.

En el 2.°: el efecto bueno es consecuencia del malo.

El 1.° se puede realizar si hay circunstancias proporcionalmente graves;

el 2.° nunca («Quién procura el aborto --dice el cánon 1398 del nuevo Código de Derecho Canónico-- si éste se produce, incurre en excomunión latae sententiae).

VENTA DE OBJETOS DESTINADOS A REALIZAR ACCIONES MORALMENTE MALAS

Es claro que «nunca es lícito vender cosas que, por su misma naturaleza, no tienen más que un uso malo» (9), como la venta de veneno que sólo sirve para matar al hombre.

Vender, ceder la propiedad de un objeto a cambio de un precio, es una acción moralmente lícita en sí. Pero la moralidad resulta afectada --como ya vimos (10)-- por las circunstancias, entre las que se cuenta el qué; en nuestro caso: qué es lo que se vende, cuál es su cualidad, inseparable y determinante de la venta.

El Magisterio de la Iglesia confirma este criterio general aplicado a los farmacéuticos: «A veces, tenéis que oponeros a la importunidad, a la presión y a las peticiones de clientes que llegan a vosotros con el fin de haceros cómplices de sus intenciones criminales. Pero vosotros sabéis que cuando un producto, por su naturaleza y por la intención del cliente, está indudablemente destinado a una finalidad criminal, no podéis, bajo ningún pretexto o presión, acceder a tomar parte en esos atentados contra la vida, contra la integridad de los individuos o contra la propagación de la salud corporal o mental de la humanidad» (11).

De modo que nunca es lícito vender una cosa que el hombre no puede usar sin pecar: fármacos o dispositivos destinados únicamente al aborto o a impedir la generación; vestidos manifiestamente provocativos; libros, revistas, periódicos, películas, etc.

De otra parte, es de advertir que la responsabilidad moral en la acción de vender se debe considerar de modo diverso según que quien venda sea propietario de la cosa en venta o, por el contrario, un intermediario o un simple empleado a sueldo fijo, etc. Del empleado, por ejemplo, puede decirse que, en sentido estricto, no vende, porque la cosa vendida no es suya ni es para él su precio. Coopera con el vendedor; por eso su caso hay que contemplarlo a la luz de los principios del voluntario indirecto aplicados a la cooperación al mal. Es lo que haremos en el próximo artículo de esta serie de «Apuntes de Etica».

(I) Cfr. Rom 3, 8; (2) PABLO Vl, Humanae vitae, n. 31 (3) Ibid., n. 14; los subrayados son nuestros, (4) Ibidem, n. 15 (5) JUAN PABLO II, Discurso, 17-lX-1983; (6) Mc 9, 23; (7) MAUSBACH-ERMERKE, Teología Moral calólica, t. 1, Pamplona 1971, p. 379; (8) Cfr. M. ZALBA, Voluntario directo e indirecto, Gran Enciclopedia Rialp, t. 23, p. 6887; (9) PRUMER, Manuale Theologiae Moralis, 1, n. 623; cfr. V ERMEERSCH, Theologiae Moralis principia, responsa, consilia, 11, n. 137; LANZA-PALAZZINI, Theologia Moralis, ll, ll. 177, 2; NOLDIN, Summa Theologiae Moralis, 11, n. 126, a; (10) DOCUMENTACION DOCTRlNAL, n° 44: (11) PIO Xll, Alocución. 2-lX-1950; cfr. Alocucion, Il-IX-1954.

Qué puede (y debe) hacer la psicología por un católico que necesita su ayuda

WASHINGTON, miércoles, 19 enero 2005 – Una psicología enraizada en la visión católica de la persona humana está en coherencia tanto con la ciencia como con Dios, afirma en esta entrevista concedida a Zenit Gladys Sweeney, decana del «Institute for the Psychological Sciences».

En su campo, este centro universitario estadounidense se orienta a tender puentes entre ciencia y fe.

–¿Qué soluciones propondría usted a los católicos que padecen depresión u otros trastornos mentales?

–Gladys Sweeney: Frecuentemente la depresión u otras formas de trastorno mental constituyen un obstáculo al libre albedrío. Un tratamiento psicológico eficaz es muy útil, porque busca esencialmente liberar a la persona no sólo para que vea el «bien» de forma más realista, sino también para que sea capaz de elegir el «bien».

Tradicionalmente ha habido una desconfianza mutua entre las ciencias psicológicas y los católicos. La psicología ha tendido a ver la fe como comportamiento supersticioso, mientras que las personas de fe han tendido a ver la psicología como una ciencia innecesaria para ellos. Una suficiente fe debería bastar para ocuparse de todos los problemas, cualesquiera que sean.

Ninguna de las dos posturas refleja la verdad. Una psicología enraizada en la comprensión católica de la persona humana no es sólo verdadera para la ciencia, sino verdadera respecto a Dios. Las ciencias psicológicas tienen mucho que ofrecer a personas cuyo libre albedrío está afectado.

Tomemos por ejemplo el caso de una persona excesivamente escrupulosa. Tal persona podría de hecho padecer «neurosis obsesivo-compulsiva». Este desorden psicológico puede llegar a ser tan grave, si no se trata adecuadamente, que impida a la persona funcionar normalmente.

Personas católicas, buenas y fieles, podrían de hecho dejar la confesión para no sentir que han hecho una confesión inválida por haber olvidado confesar «todos» los pecados. Podrían dejar de comulgar por miedo a estar recibiendo indignamente al Señor. Este desorden es fácilmente diagnosticado y tratado.

Las ciencias psicológicas están al servicio de la Iglesia. Ayudando a esta persona a recuperar un funcionamiento normal, le liberan de la neurosis. Pero la libertad no es sólo una «libertad desde», es también una «libertad para»: una libertad para llegar a ser cristianos mejores y para poderse beneficiar de una vida sacramental.

Planteada la cuestión en términos adecuados, entonces no existe ningún conflicto entre una psicología fundada en una sana antropología y las enseñanzas de la Iglesia. El desafío es encontrar psicólogos adecuadamente formados en esta perspectiva, que respeten los valores religiosos de sus pacientes sin minarlos de ningún modo.

–¿Cuáles son los errores más comunes hoy en el tratamiento de la depresión?

–Gladys Sweeney: Uno de los mayores errores en el tratamiento de la depresión es la noción de que la depresión se alivia «únicamente» a través de la medicación.

Si bien es cierto que el uso de antidepresivos ha ofrecido un tremendo alivio a pacientes que padecen este trastorno, recurrir exclusivamente al tratamiento farmacológico, excluyendo formas más tradicionales de psicoterapia, no es el tratamiento mejor.

Uno de los tratamientos más eficaces contra la depresión es lo que los psicólogos llaman «reestructuración cognitiva». Esta modalidad de tratamiento tiende a reordenar las emociones de acuerdo con la razón.

A menudo, en los casos de depresión, la sensación de desesperanza e impotencia toma control de toda la persona, y el paciente no es capaz de ver la realidad objetivamente. Es como si viera el mundo a través de un cristal oscuro. Una persona deprimida puede «interpretar» un acontecimiento neutro como algo negativo o personalmente ofensivo, cuando en realidad no es así.

El tratamiento consiste en ayudar a la persona deprimida a reestructurar su pensamiento, orientándola a reestructurar sus esquemas distorsionados y negativos. Es entrenada a ordenar las emociones de acuerdo con la razón y a ver las situaciones de forma más objetiva. Se ha demostrado extremadamente eficaz para ayudar a las personas con este diagnóstico.

Es importante observar que a veces las personas deprimidas inicialmente no responden bien a esta terapia. Sobre todo cuando la depresión es severa.

En estos casos el mejor tratamiento es una combinación de medicación y terapia cognitiva. En cualquier caso, la medicación sola raramente es buena solución a largo plazo para el problema.

–¿De qué forma una vida en Cristo –participando en los sacramentos, teniendo oración y procurando dirección espiritual– ayuda a curar las patologías mentales?

–Gladys Sweeney: La participación en la vida sacramental, la oración y la dirección espiritual son medios para recibir la gracia divina.

La espiritualidad cristiana es vivir en Cristo por la gracia del Espíritu Santo que nos hace crecer en la fe; significa tener una esperanza fundada en la fe y sobre todo en el amor como plenitud de la fe en el camino recto hacia la comunidad de la Santísima Trinidad.

Como la gracia perfecciona la naturaleza, esta espiritualidad es totalmente coherente con la salud psicológica. Pero la salud espiritual y la salud psicológica no son idénticas ni siempre proporcionadas.

Una persona que padece neurosis obsesivo-compulsiva, que no es capaz de confesarse y tal vez ni siquiera de comulgar, necesita tratamiento a fin de poderse valer de los medios con los que recibir la gracia santificante. En cualquier caso, la salud mental, como la salud física, no es una condición necesaria para la santidad.

Una persona que padece ansiedad no necesita ser tratada primero de este desorden para desarrollar las virtudes del valor y la fortaleza o crecer en su confianza en Dios. Ciertamente ayuda, pero no es una condición sine qua non para el crecimiento en las virtudes humanas. Las dificultades que se encuentran al luchar con condiciones psicológicas pueden de hecho servir para favorecer determinadas virtudes, o ser motivo de momentos de mayor gracia y de profundización de la vida espiritual.

Por lo tanto, a menos que los problemas psicológicos de la persona dificulten su participación en la vida sacramental, es de suma importancia que la persona participe activamente en ella, aunque esté en terapia. Es por esto que es tan importante que el terapeuta se dé cuenta de esta necesidad y aliente a la persona a realizarlo.

Los efectos de la acción de la gracia combinados con un sano tratamiento psicológico son muy eficaces para lograr la curación. Cualquier católico que sufra enfermedades mentales deberían seguir recibiendo los sacramentos con frecuencia y respeto, además de mantener una vida de oración habitual y equilibrada.

Un buen director espiritual puede ser muy útil al respecto, proporcionando guía en el camino del crecimiento espiritual. Sea a través de la terapia o de la espiritualidad, es siempre Cristo quien sana.

–¿Por qué es importante que los católicos con problemas de salud mental recurran a terapeutas también católicos?

–Gladys Sweeney: Toda teoría psicológica contiene determinados postulados relativos a la naturaleza y el destino de la persona humana. Hay teorías seculares por naturaleza y a veces abiertamente antirreligiosas. A veces niegan la existencia la libertad humana, las verdades morales, y por lo tanto la realidad del pecado.

Es por lo que el Santo Padre dice en «Reconciliatio et Paenitentia» (n. 18): «Se diluye este sentido del pecado en la sociedad contemporánea también a causa de los equívocos en los que se cae al aceptar ciertos resultados de la ciencia humana. Así, en base a determinadas afirmaciones de la psicología, la preocupación por no culpar o por no poner frenos a la libertad, lleva a no reconocer jamás una falta».

Así que los católicos deben estar muy atentos al recibir la asistencia psicológica o al permitir a las modas psicológicas influir en la propia vida.

Además los psicólogos en general tienden a ver la religión de forma más bien negativa, cosa que crea ulteriores dificultades a los católicos. Durante una psicoterapia es posible que el terapeuta influya en el paciente de maneras sutiles que lentamente minen sus convicciones religiosas.

Con un buen terapeuta católico, en cualquier caso, la fe y la práctica religiosa de los pacientes sería alentada y hasta podrían hablar de cuestiones religiosas durante las sesiones. Tal terapeuta trabaja desde una comprensión auténtica de la persona humana basada en las enseñanzas de la Iglesia y reforzada por elementos psicológicos sanos.

Este tipo de aproximación es absolutamente esencial para cualquier católico que busque ayuda por un problema de salud mental.

–¿Qué recursos ofrece la Iglesia a los miembros de su rebaño que tengan que ver con cuestiones de salud mental?

–Gladys Sweeney: La Iglesia nos ofrece a Cristo, que es la revelación del amor del Padre y es la revelación del hombre al hombre.

Cristo nos revela el sentido de nuestra existencia y la respuesta al anhelo de nuestro corazón. La Iglesia, al darnos a Cristo, nos da lo que más deseamos y en última instancia lo único capaz de satisfacernos.

En este «valle de lágrimas» habrá inevitablemente desilusiones, tragedias y sufrimientos, y todo el tiempo la Iglesia nos orienta más allá de este horizonte, hacia el seno de la Trinidad, donde Cristo está preparado una morada para nosotros. Cristo nos muestra por lo tanto el sentido redentor del sufrimiento. A través de los sacramentos de la Iglesia, encontramos a Cristo y nos renovamos y transformamos continuamente, en la medida en que crece nuestra unión con Él.

En cualquier caso, la Iglesia necesita tener en cuenta la específica función que la ciencia psicológica pueden desempeñar, especialmente si está en manos de terapeutas bien formados y equilibrados que comprendan la enseñanza de la Iglesia sobre la libertad y la dignidad humana.

La colaboración mutua de la ciencia humana y el trabajo pastoral es de suma importancia, y si se realiza en armonía, puede llevar almas a Cristo y promover el establecimiento del Reino de Dios en esta tierra.

Cuidarles, no matarles

Campaña por la vida de todos hasta la muerte natural y contra la legalización de la eutanasia y el suicidio asistido

El actual gobierno español ha hecho pública, en más de una ocasión, su pretensión de abordar antes o después la legalización de la eutanasia y el suicidio asistido en España. Este proyecto supone una nueva y frontal amenaza para la protección del derecho fundamental a la vida desde la concepción hasta la muerte natural.

Este proyecto agrede, además, a los que son más débiles y requieren por eso un especial cuidado y atención por parte de una sociedad y unos poderes públicos comprometidos con la dignidad de todo ser humano en cualquier circunstancia, por adversa que sea.
La concurrencia en algunos supuestos de determinadas circunstancias médicas hace que el juicio ético sobre estas cuestiones no siempre sea inequívoco. Es evidente también que la apelación intencionadamente ambigua que, para justificar la legalización de la eutanasia, se hace al “derecho a la muerte digna”, se presta a la manipulación de una opinión pública que, en muchos casos, carece de una información rigurosa y fiable sobre una cuestión de tanta trascendencia.

En definitiva la eutanasia plantea un desafío complejo ante el cual tenemos además, como profesionales, la responsabilidad de proponer alternativas serias y viables, centradas especialmente en la extensión de los cuidados paliativos.

OBJETIVOS DE LA CAMPAÑA

• Informar y sensibilizar a la opinión pública y a los profesionales sanitarios y sociales sobre las implicaciones de la cultura de la vida ante enfermedades terminales y situaciones difíciles desde el punto de vista de la salud.
• Proponer y articular alternativas viables a la eutanasia, dirigidas, de manera particular, a la extensión de los cuidados paliativos y al desarrollo de una cultura de “la buena muerte”.
• Movilizar a la sociedad española ante las medidas legislativas y acciones políticas de la actual administración a favor la legalización de la eutanasia como muerte intencionada de personas enfermas.
• Generar un debate permanente e informado sobre la eutanasia y ejercer presión social para que se mantenga la plena protección de la vida, hasta la muerte natural, en la legislación penal española.

LÍNEAS DE ACTIVIDAD

1. Cuestiones médicas y deontológicas

Investigación y elaboración de informes, estudios y análisis sobre las cuestiones médicas, sanitarias y deontológicas relacionadas con la eutanasia, así como sobre las mejores alternativas para la mejor protección de la vida y el cuidado paliativo de los enfermos.

2. Aspectos jurídicos en el orden nacional e internacional

Investigación y elaboración de informes sobre la protección de la vida y el testamento vital en el ordenamiento jurídico español y en el derecho comparado.

3. Seguimiento del proyecto político español para la legalización de la eutanasia y el suicidio asistido.

Análisis, seguimiento y denuncia ante la opinión pública de las acciones e iniciativas que desde el gobierno y los entornos pro-eutanasia puedan llevarse a cabo para la legalización de la muerte intencionada de enfermos terminales y el suicidio asistido.

4. Derechos de los pacientes.

Análisis y difusión de supuestos de enfermos y sus familias que luchan por el derecho a la vida hasta la muerte natural y la plena dignidad del enfermo en cualquier circunstancia. Seguimiento, análisis y, en su caso, denuncia de los casos emblemáticos de enfermos que se pueda aplicar de facto la eutanasia.

PARA MÁS INFORMACIÓN O COLABORACIÓN DIRECTA CON ESTA CAMPAÑA:
proyectocuidarles@profesionalesetica.org

viernes, 14 de mayo de 2010

Sobre la financiación a las investigación con células madres embrionarias

Sobre la financiación a las investigación con células madres embrionarias

Decisión inmoral y superflua


El Consorcio de Médicos Católicos de Buenos Aires considera la orden ejecutiva del presidente de los Estados Unidos, que autoriza la financiación con fondos federales de la investigación con células madres embrionarias, una decisión inmoral y superflua.

1) Es inmoral porque no reconoce la dignidad del ser humano en fase embrionaria y avala la masacre de miles de vida humanas. Una vez traspasada la fundamental línea ética que impide tratar a los seres humanos como meros objetos de investigación, la ciencia se instala en una cuesta abajo que será imposible de frenar.

2) Es superflua porque los últimos avances científicos superan las investigaciones con células madres embrionarias y la comunidad científica especializada en el área se inclina clara y mayoritariamente a la investigación con células estaminales adultas.

Sólo por citar uno entre cientos de ejemplos, queremos referirnos al descubrimiento del científico japonés Shinya Yamanaka, que hizo posible “reprogramar” una célula somática para convertirla en pluripotente, que ha cambiado el panorama de la investigación en células madre, haciendo prácticamente superfluos los esfuerzos aún infructuosos con las células embrionarias. Esta línea de investigación ha sido perfeccionada por los recientes experimentos de Keisuke Kaji (Universidad de Edimburgo) y Andreas Nagy (Samuel Lunenfeld Research Institute, del Mount Sinai Hospital de Toronto), (Nature, 2 de marzo 2009). (Vid. también Nature Reports Stem Cells, mayo 2008).

Son profundamente iluminadoras las declaraciones de Dr. Yamanaka que no ocultó el designio ético de sus investigaciones: “Cuando ví al embrión en el microscopio, rápidamente me di cuenta que había poca diferencia entre él y mis hijas” y “entonces pensé que yo no podía permitirme destruir embriones para investigar. Tenía que haber otra posibilidad”. (Entrevista concedida al New York Times, 11-12-2007)
Buenos Aires, 12 de marzo de 2009


Dr. Antonio Catalán Pellet

Secretaria


Dr. Ernesto Beruti

Vicepresidente


Dr. Alejandro Nolazco

Presidente

El Arca fundada por Jean Vanier

El Arca Internacional encuentra su origen en la fundación de la primera comunidad El Arca en Trosly-Breuil, un pequeño poblado al norte de París, en 1964. Alentado por el Padre Thomas, un sacerdote dominico que adoptó como padre espiritual, Jean Vanier invitó a Philippe Seux y Raphaël Simi, dos personas con deficiencia intelectual, a dejar la institución en la que estaban para vivir con él, en una pequeña casa en Trosly-Breui bautizara “El Arca”; en referencia a El Arca de Noe, símbolo de seguridad y renovación.
La pequeña comunidad creció rápidamente y, aunque Jean no lo previó de esa manera, en poco tiempo hubo quienes decidieran fundar una nueva comunidad El Arca en su país natal. Fue así que, en 1969, la fundación de un primer hogar en Daybreak (cerca de Toronto, Canadá) introduce las comunidades El Arca en Norteamérica. A partir de los años 70, el concepto de El Arca llama la atención de los países más pobres como La India, Costa de Marfil y Honduras. Debido a esa expansión, El Arca se abre a muy diversas culturas, lenguas, situaciones y orígenes sociales. Creadas dentro de la tradición Católica, las comunidades El Arca se vuelven ecuménicas o hasta interreligiosas en muy poco tiempo; aunque siempre reunidas alrededor de los mismos valores humanos. Abiertas y comprometidas con el mundo, buscan ser un signo de esperanza y solidaridad.La dispersión territorial de las comunidades deja entrever la necesidad de crear estructuras para mantener la unidad de El Arca. Así, se crea un Consejo Internacional precedido por Jean Vanier, hasta 1975. A partir de entonces, los responsables de comunidad se reúnen con regularidad para profundizar en su identidad común.En 1987, el sexto encuentro en Roma de los 360 delegados de 82 comunidades estuvo marcado por la visita de Madre Teresa y por una audiencia de Juan Pablo II.

Durante el mismo periodo seguían naciendo nuevas comunidades en Europa central y del Este (Gran Bretaña, Alemania, Italia, Suiza, España, Hungría, Polonia) y en otros continentes (en países como México, Brasil, Uganda y Japón).La Carta Constitutiva de El Arca, siempre de actualidad, fue adoptada en mayo de 1993, en Quebec. Esta Carta registra la misión de El Arca dentro del respeto a la diferencia, el compartir una vida comunitaria y la confianza y la autenticidad de las relaciones entre las personas con o sin deficiencia intelectual.Con motivo de la Asamblea General del 2002, ambos coordinadores internacionales lanzan el proceso “Identidad y Misión”. El proceso tiene como objetivos: redefinir las características fundamentales de la organización, más allá de las diferencias culturales y socioeconómicas; preparar a la organización para hacer frente a un mundo en constante evolución; y a adaptarla a las necesidades cambiantes de sus miembros. Este proceso deberá ayudar a las personas, las comunidades y a la Federación a definir con claridad los valores de El Arca para que, de esa forma, pueda superar los retos del presente y renovar su misión para el futuro.
Hoy en día, El Arca existe desde hace más de 40 años y la Federación cuenta con 131 comunidades repartidas en más de 30 países, a lo largo y ancho de los 5 continentes.

El Arca reúne a personas con deficiencia intelectual

El Arca reúne a personas con deficiencia intelectual y a las personas que deciden compartir su vida con ellas en los hogares, los talleres y los centros de atención diurna que conforman lo que El Arca llama comunidades

El ambiente familiar de las comunidades permite a las personas con deficiencia intelectual crear un hogar, desarrollar sus talentos, cosechar amistades o, simplemente, disfrutar la vida plenamente. Asimismo, las comunidades son lugares de acogimiento y apoyo para las familias y los amigos, los voluntarios y los vecinos, las parroquias y otros servicios sociales.

Creemos que en la actualidad, las personas con discapacidad juegan un papel muy importante en nuestra sociedad puesto que poseen el don de guiarnos hacia valores esenciales. En su desamparo y su fragilidad, estas personas tienen el don para tocar los corazones y llamar a la unidad.

El Arca Internacional es una Federación que agrupa 131 comunidades, establecidas como entidades independientes, en 34 países alrededor del mundo. La Federación cuenta con 5000 miembros, personas con o sin deficiencia intelectual, quienes comparten sus vidas en el seno de los hogares, los talleres o los centros de atención diurna.

Confesion de fe de grandes cientificos