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miércoles, 29 de diciembre de 2010

La “psicología de las alturas”.

La formación psicológica de Allers está, sin dudas marcada por el influjo de Alfred Adler. Sin bien, por los motivos antes indicados, ambos autores se separaron, Allers siempre mantuvo el respeto por su maestro y conservó los puntos fundamentales de su psicología, aunque integrándolos desde la perspectiva más amplia del pensamiento católico.


La postura de Adler frente al psicoanálisis, luego de su disputa con Freud, fue sumamente crítica. Adler reprueba, primeramente, su esquematismo.[6] Desde el punto de vista teórico, critica la reducción de todas las motivaciones a la sexual, y el descuido de la finalidad. Según Adler, la conducta se debe interpretar en función de fin que el individuo, consciente o inconscientemente, persigue. Desde esta perspectiva, los trastornos sexuales, que tanto han llamado la atención del psicoanálisis, aparecen como factores secundarios, que deben ser interpretados en el conjunto de la personalidad, que se comprende desde la meta o fin.[7]



Esta es una perspectiva que Allers pondrá en el centro de su modo de hacer psicología: los aspectos parciales de la personalidad no se pueden comprender sino integrados en la personalidad total.[8] Sobre esto volveremos en breve.



Nuestro autor, a las críticas de Adler, suma las propias: el psicoanálisis se basa en una filosofía incompatible con el cristianismo. La separación propugnada por algunos autores, como Roland Dalbiez[9] y Jacques Maritain[10], del método psicoanalítico y la filosofía de Freud, de tal modo que la primera, científicamente correcta sería aceptable, mientras que la segunda se podría rechazar, sin afectar en nada el núcleo de técnicas psicoanalíticas, es fuertemente rechazada por Allers[11]. El psicoanálisis de Freud no es una ciencia, sino una ideología, que depende de algunos desarrollos de la filosofía moderna (iluminismo, romanticismo, filosofía del inconsciente). Por otra parte, se basa en paralogismos inaceptables a la razón y, cada vez que se ataca lógicamente al psicoanálisis, sus cultores responden con argumentos ad hominem.[12]



El peor defecto del psicoanálisis, y no sólo de éste, es la “obsesión por lo inferior”, la “mirada desde lo bajo”:



Esta manera de considerar la naturaleza humana no es más que una de las numerosas formas por las que se manifiesta una tendencia general que, después de siglos, ha pervertido la mentalidad occidental. Podría nombrársela: la mirada desde lo bajo. Todo lo que es inferior, todo lo que se acerca a la naturaleza bruta o incluso muerta, es juzgado como lo más verdadero, lo más natural, lo más importante. Si uno arroja una mirada sobre tantas herejías, tantas modas intelectuales, también descarriadas, tantas pseudo-filosofías, tantas ideas sociales corrientes: por todas partes uno encontrará esta idea funesta de que lo inferior constituye el fondo y el centro de la realidad, lo que realmente importa, que buscarlo, es hacer un acto de ciencia, y que vivirla es conformarse a las exigencias más verdaderas de la naturaleza humana.[13]



La “mirada desde lo bajo” es un peligro enorme en psicoterapia y en pedagogía, porque anula la posibilidad de cambio o de progreso. Por ello hay que asumir otra perspectiva, ver las cosas con otra luz: “Como en filosofía o en psicología, no hay punto de vista más peligroso, en materia de psicoterapia o de ascesis que este que hemos nombrado ‘la mirada desde abajo’. Es necesario elevar los ojos hacia las alturas de nuestra vida y del ser en general.”[14] Es decir, la psicología debe superar el estancamiento del encerramiento en sí misma[15], y atreverse a “mirar las cosas ‘desde lo alto’”, es decir, transformarse en una psicología de las alturas, y ya no sólo, en sentido psicoanalítico, una psicología profunda.[16]



3. Neurosis, pecado y “conflicto metafísico”.



Allers distingue entre aquellos trastornos mentales que son enfermedades en el sentido estricto del término, y la neurosis, que es sólo enfermedad por analogía. Mientras que las enfermedades propiamente dichas son desórdenes del cuerpo, la neurosis no es primero y principalmente un trastorno del cuerpo, sino del alma.



Según Allers, ante todo, hay que distinguir los “síntomas neuróticos” del “carácter neurótico”. Además, una cosa es una neurosis propiamente constituida, y otra la aparición de rasgos, que integran la neurosis, en una personalidad que es fundamentalmente sana. Aquí se pone de manifiesto la insuficiencia de un diagnóstico meramente descriptivo. Para diagnosticar la neurosis es necesario el conocimiento de la personalidad total, de su estilo de vida, de los fines que persigue, y su actitud frente a la vida como un todo.



Es necesario saber distinguir entre la neurosis que se manifiesta con síntomas, sean orgánicos, sean puramente mentales, y el ‘carácter nervioso’ como decía el Dr. Adler; también es necesario saber distinguir entre la neurosis -manifiesta o no- y la aparición de ciertos rasgos más o menos neuróticos en una persona sana. No se debe declarar neurótico a cada individuo que sufre de alguna perturbación ‘nerviosa’; el diagnóstico de neurosis reposa siempre y sin ninguna excepción sobre el estudio de la personalidad total.[17]



Allers sigue en general la concepción adleriana de la neurosis. Para el fundador de la psicología del individuo, el carácter neurótico surge del intento supercompensatorio del complejo de inferioridad a través de la voluntad de poder, que tiene como meta el sentimiento de personalidad.[18] El neurótico es una persona que busca por todos los medios, aún a través de la debilidad y la enfermedad, llegar a ser alguien, llegar a la cima. A esta meta, el neurótico subordina todas sus fuerzas cognitivas (imaginación, memoria, etc.) y afectivas. Este fin de superioridad, se concretiza en particular a través de determinadas imágenes y figuras, complejos de representaciones, que se ponen como metas o fines “ficticios” (la masculinidad, el poder, la riqueza, etc.).[19] De este modo el neurótico se va creando una “técnica de vida”, e incluso a veces la justifica con una “filosofía de vida”[20], que se traduce en el “estilo de vida”, que configura su carácter.



Nuestro autor, en estas ideas, se mantiene fiel a Adler. Allers identifica la “voluntad de poder” del neurótico, con la superbia, que muchas veces puede no ser consciente, y que configura el carácter en un sentido negativo y destructivo.



El Dr. Adler veía más justo de lo que él lo sabía, cuando enseñaba que los rasgos característicos del neurótico son la expresión y la consecuencia de esta ambición inaudita, ambición sin embargo velada a los ojos del “enfermo”. Pero no ha podido, a causa de ciertas limitaciones de su pensamiento, sea a causa de otros factores, medir toda la importancia de su descubrimiento. A decir verdad, este descubrimiento no era nuevo; se encuentra aquí y allá en ciertos tratados, muy antiguos e ignorados por los psicólogos y los médicos, pasajes que denotan un conocimiento sorprendente de estas cosas.[21]



El carácter ficticio de la vida del neurótico es llamado por Allers, mentira existencial. En el fondo en el carácter neurótico se daría según Allers una subversión, consciente o no, del orden axiológico. La realidad se venga de esta pretensión egoísta del neurótico con el malestar.



Hemos dicho que la rebelión consciente o no, contra el orden axiológico o el orden de la dignidad conduce necesariamente a la mentira. Esto es -entre paréntesis- lo que hace que tantos neuróticos den la impresión de no ser realmente “enfermos” y por eso los demás los acusan de mala voluntad, de exageración e incluso de simulación. Esta mentira es inextricable porque para rebelarse es necesario que el hombre exista, y porque existiendo, es incorporado, por así decir, en este orden que él rehusa aceptar.[22]



En el hombre se da una dualidad interior. Es la dualidad constatada por la tradición cristiana, por san Pablo y por san Agustín, de la carne que se rebela contra el espíritu. Dice Allers: “El hombre arrastrado por una fuerza misteriosa, no necesariamente demoníaca (cf. lo que dice San Agustín de la ‘segunda voluntad’, Confesiones VIII, 9), hacia una actitud esencialmente insensata, contraria a la objetividad,[23] se vuelve por eso mismo, en virtud de una ley inexorable, la presa de la mentira.”[24] Esta mentira se instala cuando la persona no quiere ver la realidad: “No solamente existe la mentira que afirma una proposición contraria a la verdad, sino también aquella que cierra voluntariamente los ojos delante de la verdad.”[25] La mentira es también llamada por Allers “inautenticidad”.



Según Allers, en el fondo del corazón del hombre existe la tendencia a la rebelión, y esta es la causa profunda del trastorno caracterial llamado neurosis. Allers habla incluso de un “conflicto metafísico”, pues no se trata simplemente de una rebelión frente a una cosa particular, sino frente al orden total de la existencia.



No es posible explicar aquí cómo esta actitud de rebeldía interior, que generalmente el sujeto no reconoce como tal, constituye un factor de una importancia central en la evolución de las neurosis. El objeto de la rebeldía no es un hecho aislado, un sufrimiento, un conflicto, sino el hecho total de no ser más que una creatura, limitada en su poder, en su existencia, en sus derechos. A pesar de los miles o millones de años que han corrido después de que la serpiente empujó a los primeros hombres a la rebelión, las palabras del demonio no han cesado de hacerse escuchar sordamente en las profundidades de nuestro yo: eritis sicut Dii.[26]



La referencia de Allers al pecado original no es ociosa. Según el psiquiatra vienés, la naturaleza caída es la fuente de esta tendencia a la rebelión, de esa dualidad que está a la base del trastorno neurótico. Dejado a sí mismo, todo hombre es virtualmente un neurótico.



La neurosis surge de la exageración acaecida en la divergencia -que existe en toda vida humana- de voluntad de poderío y posibilidad de poderío. En otras palabras: es un resultado de la situación puramente humana, tal como está constituida en la naturaleza caída. Puede igualmente decirse que, orientada hacia lo morboso y pervertido, es consecuencia de la rebelión de la creatura contra su finitud e impotencia naturales.[27]



Esta neurosis virtual, que caracteriza a todo hombre por el hecho de tener la naturaleza caída y sufrir dentro de sí la rebelión de sus miembros contra la ley de la razón, se actualiza, según Allers, cuando se manifiesta el “conflicto metafísico”.



El carácter nervioso se transforma en neurosis manifiesta desde que la situación del individuo amenaza con ponerlo frente al “conflicto metafísico”. En ciertas condiciones, este conflicto puede quedar absolutamente ignorado. Este es el caso cuando el individuo vive en un medio donde las leyes de la metafísica -y por lo tanto de la realidad- han sido abolidas por algún decreto. (Realmente no pueden ser abolidas, eso se entiende, pero se les puede hacer creer a las masas porque son demasiado crédulas). Sería posible si hubiera una disminución de la neurosis en un país donde el hombre, la raza, la sociedad, el Estado son declarados el bien supremo. Pero no se podría concluir de eso que esas ideologías son más ‘sanas’ que lo es la filosofía cristiana. Uno debería solamente juzgar que estas ideologías impiden la eclosión de la neurosis porque enseñan a la mayoría de los hombres un método propio de apartar los ojos de la verdad.[28]

2 comentarios:

  1. Me ha gustado su blog. Con paciencia y las seguire.
    ¡Feliz inicio de año y década!
    Que busquemos la santidad.

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  2. Bienvenida Maria. Gracias por el deseo de santidad.
    Te mando un abrazo

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