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viernes, 10 de septiembre de 2010

* Cirugía estética, moral y ética.

1. ¿Es moralmente aceptable? Dicen que “el hábito no hace al monje”, pero lo distingue. Como no hay refrán perdido, hagamos algunas consideraciones acerca del cuidado del cuerpo, del sentido de la belleza y la diferencia entre vanidad y la buena presentación o dignidad.

La fachada de una construcción, el arreglo de un local para un evento, el traje con que nos vestimos y todo lo que hace referencia a la primera impresión no puede tener en sí misma más importancia que el valor total. Mucho más cuando se trata de la persona humana, que debe darle más valor a lo interno que a lo externo. Así lo recuerda la Escritura Sagrada: “El hombre se fija en las apariencias, pero el Señor conoce el corazón” (1Sam 16, 7).

De acuerdo con numerosos principios éticos sostenidos por científicos y técnicos, y muchos hombres y mujeres de buena voluntad, trataremos de responder a la interrogante común: ¿es moralmente aceptable una intervención quirúrgica solamente por razones estéticas? 2. El cuidado del cuerpo El cuidado del cuerpo humano, junto con la salud, corresponde a la justa aplicación del 5o. mandamiento. Así, el “No matarás” (Ex 20, 13, Dt 5, 17) se traduce en cuidar, honrar, amar, venerar y agradecer la vida humana en todos sus aspectos. La alimentación balanceada, el ejercicio físico, la higiene y la buena presentación son siempre necesarias.

“El cuerpo revela al hombre, expresa a la persona y por eso es el primer mensaje de Dios al hombre mismo, casi un sacramento primordial, entendido como signo que transmite eficazmente en el mundo visible el misterio invisible, escondido en Dios desde la eternidad. Esto es el cuerpo: testigo de la creación como de un don fundamental, testigo, pues, del Amor como fuente de la que nació este mismo donar” (Congregación para la Educación Católica, Orientaciones educativas sobre el amor humano, Pautas de educación sexual, Roma 1 noviembre 1983, nn 22-23).

Sin embargo, el auténtico cuidado del cuerpo no puede ser trastornado en el culto exagerado de la corporalidad, que conduce al exceso de vanidad, y a actitudes obsesivas y exhibicionistas.

Así, por ejemplo, una abuela no debe pretender competir con su nieta adolescente en su figura y atractivo. Con sensatez hay que reconocer la realidad de cada etapa de la vida y aceptar sus ventajas y limitaciones.

3. Sentido de la belleza La Estética es una ciencia de carácter filosófico que pretende enseñar a valorar la misma hermosura de la naturaleza, las artes que presentan las intervenciones del ser humano, transformando la creación y una mayor atención a la belleza, que tiene su dimensión subjetiva y objetiva que conviene tener en cuenta.

La Estética es la ciencia del gusto. Nos enseña a reconocer lo que es agradable a los sentidos y lo que resulta desagradable. Es, pues, “la ciencia que trata de la belleza en general y de los sentimientos que suscita en el ser humano” (Diccionario Larousse, México 1985).

El concepto de belleza, aunque tiene su aspecto subjetivo evidente en muchas elecciones y rechazos, tiene una conexión estrecha con la armonía, ya que no cae en el exceso o el defecto, sino equivale a lo agradable, a lo virtuoso, a lo que resulta atractivo.

4. Vanidad o digna presentación La vanidad ha llevado mayormente en sí un sentido teológico moral negativo.

La vanidad (cf Ecles 1, 2-11), equivalente al orgullo o a la soberbia, evoca lo ilusorio que son los aspectos material y externo, y, en consecuencia, la decepción que ocasiona en el ser humano.

La primera tentación humana en el paraíso fue una invitación vanidosa: “El día en que comiéreis del fruto del árbol que está en medio del jardín se os abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal” (Gn 3, 5). Con engaño, el maligno pretendía despertar en la creatura humana la ambición de ser igual a su Creador. La vanidad se convirtió en fuente de pecado. Así reconocemos como pecado capital la vanidad, que sólo puede ser superada con la humildad, la modestia y la sencillez de corazón.

Jesucristo, al asumir la naturaleza humana, transforma la tentación original en un profundo anhelo de santidad: “Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial” (Mt 5, 48, cf Lv 11, 44-45, 19, 2, 1Cor 2, 6). El peligro de vanidad se vuelve motivo de la dignidad de los hijos de Dios (Rm 8, 21).

La vanidad sigue siendo un peligro y motivo de caída del hombre y de la mujer. Sin embargo, hay que reconocer que el sentido de dignidad en el cuerpo, en el vestido y en las cosas externas, si se busca que correspondan al interior, siempre tendrá justificación auténtica.

5. Ventajas de la cirugía estética Salvo la pretensión de cambio de sexo o genitalidad, que sería un grave atentado y aberración contra la naturaleza y dignidad de la persona humana, no suele haber objeción alguna para la cirugía estética, incluso cuando su intención es rejuvenecer o conseguir una figura más atractiva.

Los expertos afirman que toda cirugía estética, al menos en la intención del cirujano, es ayudar a la autoestima. Tal efecto psíquico, en la normalidad de los casos, es fácilmente constatable y eficaz.

6. Peligros de la cirugía estética Hay personas que caen en estados psíquicos de obsesión, lo cual las lleva a intentar acudir al cirujano a solicitar una y otra intervención. Hay que procurar darle la terapia oportuna: la higiene mental para darle su justo valor a la corporalidad.

Que las cirugías estéticas se vuelvan caras y poco accesibles, con el peligro de volverse acciones elitistas y lejanas a las personas de escasos recursos. Hay que reconocer la noble, discreta y generosa labor de muchos cirujanos que ofrecen su atención gratuita o a bajo costo a favor de personas de escasos recursos.

7. El recurso de la cirugía estética Invertir tiempo, dinero y atención cuidadosa al cuerpo, sin caer en exageraciones, es parte del culto a la dignidad humana, que se refiere ante todo a sus derechos fundamentales, pero que abarca también su presentación externa.

Es definitiva, la cirugía estética no puede ser el remedio a muchas consecuencias causadas por la edad, las rupturas conyugales, las depresiones más severas o caracteres hereditarios difíciles de ser borrados, pero es un recurso moralmente válido, siempre y cuando respete el orden natural y no trastorne su finalidad.

La ciencia y la técnica al servicio del hombre y de la mujer son capaces de mantener su sentido verdaderamente humanitario, que ayudará a cada individuo humano a reconocer sus posibilidades y sus limitaciones, también darán pie a valorarse a sí mismos por las múltiples cualidades, no sólo por los rasgos físicos. Y además, en el sentido cristiano más profundo, enseñarán a ver el rostro de Cristo no sólo en la belleza superficial y siempre pasajera, sino también en una faz marcada por las huellas del dolor o el peso de los años, que hará resplandecer su verdadera y permanente hermosura por su experiencia, gratitud y amor que encontremos en ella como regalo de Dios (Mt 5, 48, cf Lv 11, 44-45, 19, 2, 1Cor 2, 6).— Mérida Yucatán.

————— *) Obispo Auxiliar de Yucatán y asesor de la Asociación de Médicos Católicos de Yucatán

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